Mami, podemos empezara hacer máscaras para los médicos, así se cuidan», le dijo Facundo Olivari, de seis años, a su mamá cuando comenzó la pandemia del coronavirus. Desde ese día, hace ya un mes, no paró. Con su impresora 3D y desde su casa en Lanús, Facundo imprime barbijos y máscaras protectoras que dona a médicos y bomberos de su ciudad.

Médicos que usan barbijos fabricados por Facu.

El año pasado, Facu le pidió a Papá Noel una impresora 3D. Yo no tenía ni idea de lo que era. Le pregunté para qué y me dijo que quería hacerle prótesis a los perritos que no tenían patitas», explica Rosana, su mamá, a LA NACION. Según cuenta, desde que tiene cuatro años, el sueño de su hijo es estudiar robótica. Así que junto a su marido le regalaron para la Navidad pasada una impresora 3D. «Fue un gran sacrificio conseguirla», recuerda.

Al principio Facundo imprimía muñecos superhérores con diseños que conseguía en internet. Desde un programa se encarga de agregarle capas, aumentar grosores y modificar los tamaños. Todo queda grabado en una tarjeta de memoria, que va a la impresora. La materia prima con la que se produce son rollos de filamento PLA , que se ponen en la boquilla de la impresora. A medida que emana calor, se va derritiendo, comienza a dar vueltas e imprime el diseño. «Nosotros a veces estamos ahí para ayudarlo, pero él hace todo solo», dice Rosana.

Cuando comenzó la pandemia, la familia comenzó a aislarse para evitar el contagio, hasta que un día Facundo le dijo que quería ayudar a los médicos. Ya lleva entregadas más de 300 máscaras, que donaron al personal del Hospital Evita de Lanús, los Bomberos, destacamentos policiales y salitas barriales. «Se le ocurrió a él, mientras veíamos las noticias», cuenta su mamá.

bomberos utilizando barbijos donados por Facu.

Cada máscara tarda dos horas y media en imprimirse completamente. «Fuimos viendo diferentes modelos, algunos eran mejores, pero elegimos uno que llevara menos tiempo y que utilizara menos material. Por ejemplo, había uno que tardaba cinco horas y pico, pero teniendo una sola máquina era imposible», se lamenta.

Apenas se levanta, Facundo prepara la máquina para iniciar las impresiones. Mientras tanto realiza la tarea, juega o mira televisión. «Hace otras cosas en el medio, pero va controlando que no se trabe ni enrolle el filamento», sostiene Rosana. La máquina funciona durante todo el día.

Una de las primeras trabas a la hora de comenzar con la iniciativa fue conseguir el material. Si bien tenía algunos rollos, no estaba segura de poder conseguir más PLA. «Compré por internet, pero no sabía si iban a hacer la entrega. Muchas personas se enteraron de lo que estaba haciendo Facu, y el municipio de Lanús nos entregó cinco kilos de PLA para seguir imprimiendo», indica Rosana. Calcula que cada 10 gramos de PLA salen dos máscaras. «Los barbijos utilizan más material y tardan más en hacerse, porque los hacemos resistentes», agrega.

Las máscaras, además, llevan una lámina de plástico, que consiguen imitar con radiografías viejas que recolectan en el barrio . «Yo las pongo en lavandina y quedan celestes. Aunque no son transparentes, se puede ver bien», afirma.

«Él está chocho, porque tiene un corazón enorme y quiere ayudar a los demás», asegura Rosana, quien además cuenta que cada vez que le agradecen las máscaras, Facundo envía un mensaje claro: «Cuidate, quedate en casa».