Este debate se vio acompañado por experimentos pioneros que, con la ayuda de la IA, crearon libros: como el caso reciente de la ganadora del premio más prestigioso de Japón y la obra de Jorge Carrión «Los cambios electromagnéticos», escrito con ChatGPT.
Con la difusión masiva de los programas de Inteligencia Artificial (IA) se produjo un gran revuelo en el ámbito literario que implicó fascinación, asombro y también temor porque este nuevo avance tecnológico reemplace la escritura humana, este debate se vio acompañado por experimentos pioneros que, con la ayuda de la IA, crearon libros: como el caso reciente de la ganadora del premio más prestigioso de Japón y la obra de Jorge Carrión «Los cambios electromagnéticos», escrito con ChatGPT.
Como todo debate complejo, la controversia sobre el rol de la inteligencia artificial trae aparejadas posturas disímiles. Hay quienes se espantan ante su utilización y otros que exploran de manera lúdica la herramienta. En la vereda de quienes rechazan esta novedad hay, incluso, demandas a OpenAI, la empresa de inteligencia artificial responsable de Chat GPT.
Hace unos meses, un colectivo de 9.000 autores entre los que se encuentran Jonathan Franzen, John Grisham y George R.R. Martin, presentó una denuncia contra Open Ai. La acusación fue haber utilizado sin consentimiento sus obras para entrenar sus programas de chatbots y ayudarlos generar textos creativos.
Otro ejemplo son las denuncias del novelista Paul G. Tremblay, autor de «La cabaña del fin del mundo», quien alegó que esta empresa había utilizado ilegalmente sus libros para entrenar al modelo de lenguaje subyacente a la herramienta de ChatGPT. Esta demanda fue desestimada en los tribunales de California bajo el argumento de que no se había demostrado una «similitud sustancial» entre sus obras y la producción de la inteligencia artificial.
En la vereda contraria, se ubica la escritora Rie Kudan, la ganadora del Premio Akutagwa, el galardón literario de Japón más prestigioso. Luego de la entrega, reconoció haber utilizado chatGPT para la creación de su novela titulada «La torre de la simpatía de Tokio». Tras esta confesión, no se mostró arrepentida.
Al contrario, Kudan dijo que recurrió a ChatGPT con un propósito definido para su novela que consistió en «imitar la forma en que las palabras suaves y confusas distorsionan las ideas sobre la justicia». Y agregó: «En los últimos años, nos encontramos en una situación en la que las palabras se han expandido sin límite y han permitido interpretaciones ilimitadas», dijo Kudan después de su premio, según cita el medio inglés The Times UK.
No hay dudas de que la utilización del lenguaje de Chat GPT, su eficacia para resolver textos en pocos segundos y su forma de procesar información llama poderosamente la atención. Nicolás Mavrakis, autor de los ensayos «Byung-Chul Han y lo político» y «Una historia de la noche y otras técnicas», y las novelas» El recurso humano» y «Sesiones en el desierto», esperaba poder pedirle al chat GPT «alguna maravilla», en base a las experiencias o publicidades que había visto en redes. «Algo como un texto en prosa de seis mil caracteres donde, en el estilo de Jorge Luis Borges, un mono piensa sobre la vida mientras cabalga encima de un caballo hacia el horizonte», ejemplifica Mavrakis a Télam.
Sin embargo, cuenta que se encontró con «pastiches más bien toscos y previsibles de distintos fragmentos literarios de Borges». «Sí me parecieron más simpáticas las aplicaciones de IA para sintetizar audios de WhatsApp en un texto breve. Con una brusquedad admirable, algunas se acercaban a la verdad: ‘Entre erráticos reclamos dramáticos y enumeraciones de problemas personales sin solución, X pretende que le solucionen la vida», describe Mavrakis.
El crítico cultural y novelista Jorge Carrión, autor de Membrana (Galaxia Gutenberg) -una novela sobre IA- considera que Chat GPT es «una herramienta extraordinaria. Por supuesto va a provocar usos indebidos (entre los estudiantes, entre los investigadores a la hora de hacer resúmenes o de escribir artículos académicos), sobre todo si su uso no es acompañado de verificación y edición. Al igual que en el pasado desaparecieron los mecanógrafos o los taquígrafos, algunas profesiones vinculadas con la redacción, en efecto, podrían ser innecesarias», advierte el escritor.
Con la publicación de «Los campos electromagnéticos», un libro que aborda la potencia y los límites de la escritura algorítmica en 2023, Carrión descubrió que «era posible y legal firmar en coautoría con GPT-2 y GPT-3». En el nuevo texto escriben Jorge Carrión y Jorge Carrión Espejo, un chat GPT-2 creado por el autor y los ingenieros y artistas de Taller Estampa con tres tipos de data set. Para que el algoritmo escriba como él, se realizó un proceso de refinamiento del sistema con los libros previos del autor.
«Ahora, tras el boom del ChatGPT, todo ha cambiado. Cada sistema es un mundo: en ChatGPT no puedes escribir ‘al estilo de Borges’, supongo que por las demandas, en cambio con Copilot sí puedes hacerlo», dice sobre la inteligencia artificial de Microsoft.
Uno de los fundamentos discursivos más difundidos es el de la «intertextualidad», postulado por el teórico ruso Mijail Bajtin. Implica que todo texto se construye como un mosaico de citas y que los textos son absorciones y transformaciones de otros ya existentes. Con ChatGPT, esto aparece crudamente y plantea nuevamente la pregunta acerca de qué manera entra en tensión la creatividad cuando se trata de producciones escritas realizadas por inteligencia artificial. Para Carrión, se trata de «una tensión necesaria. Hablamos de muchos millones de dólares y del futuro de todas las industrias creativas: no hay otro camino que el de la regulación».
Por su parte, Mavrakis señala: «La IA no destruye nada, solo desnuda que hoy es posible reemplazar con máquinas tareas que las personas de carne y hueso ya estaban realizando de manera automatizada, incluso si no lo sabían. Y esto no es ajeno al trabajo creativo».
El autor de «Sesiones en el desierto» pone sobre la mesa el caso de Hollywood: «Los guionistas percibieron de inmediato que cualquier IA podría resolver en pocos segundos las mismas historias acartonadas, tabuladas, calculadas y prediseñadas para distintos nichos de audiencias que ellos solo pueden resolver en pocas semanas». En este sentido, la IA vendría a volver más gráfico cómo algo que se suponía creativo, no lo ha sido nunca. En palabras de Mavrakis: «Es trabajo automatizado apenas teñido de arte».
Para verificar esta hipótesis, el escritor propone «mirar la mesa de novedades de cualquier librería para comprobarlo». Ante el peligro de que este dispositivo que no deja de perfeccionarse reemplace la escritura humana, el escritor distingue: «Si una máquina puede hacerlo igual o mejor que un humano, es porque la máquina sólo está cumpliendo de manera más eficiente y veloz algo que ya no exigía del hombre ninguna auténtica creatividad».
La conclusión, para Mavrakis, es que «la máquina es incapaz de crear en serio. Y también que, por la misma razón, es incapaz de escribir en serio. Solo cumple un proceso automatizado, pero no crea nada».
El escritor es claro: «La creatividad de la máquina es nula porque carece de imaginación, deseos y libertad. Sólo ofrece combinaciones precalculadas de datos provistos previamente por su propietario. Eso significa que no hay margen de error, no hay margen de duda, no hay margen de espontaneidad. Y es todo eso, precisamente, lo que implica escribir en serio para un humano».
Y amplía: «A través de Hölderlin, Martin Heidegger apuntaba a ese ligero acto de conciencia cuando, respecto de la relación entre la técnica moderna y el hombre, dijo que ‘en el peligro crece también lo que salva’. La máquina no conoce el peligro ni tiene salvación. Dicho esto, sospecho que el chat GPT escribió casi todos los manuales sobre ‘amor’ que inundan las librerías desde hace algunos años».
En un escenario que por momentos aparece retratado como apocalíptico, ¿es posible una relación horizontal entre la tecnología y la humanidad? Mavrakis teme sonar dramático con su respuesta pero para él hoy «‘la esencia de la técnica moderna», en términos de Heidegger, «no está en discusión y sólo propaga lo que la técnica moderna requiere». Según explica a Télam, esto vendría a ser «un mundo y una existencia en el que las personas y las cosas se vuelvan mercancías calculables y reemplazables».
«Hoy no hay relación horizontal posible, al menos, si con eso estamos pensando en algún tipo de armonía desinteresada. Silicon Valley no quiere ofrecernos comunicación irrestricta con el próximo, sino publicidad segmentada permanente, lo cual deriva en que cada tres o cuatro años los grandes propietarios de internet tienen que pagar enormes multas en Europa por prácticas monopólicas o indemnizaciones en los Estados Unidos por la adicción que generan en los chicos las redes sociales», explica Mavrakis y advierte que «la contraparte de este afán corporativo de dominación mercantil es el goce que nosotros experimentamos como usuarios cuando nos entregamos al funcionamiento narcisista de las redes».
En ese sentido, concluye: «Quizás eso sea una relación «justa» de intercambios, algo donde todos perdemos un poco y ganamos un poco. La alternativa todavía no existe, quizás porque en el fondo no nos interesa que exista».